¡Pues es lo que faltaba!

sábado, septiembre 09, 2006

Vidas de otros superhéroes

Hola, soy Bruce Baner, aunque seguramente muchos no me reconozcáis por mi caligrafía, y los más jóvenes ni siquiera hayáis oído mi nombre. Hace tiempo que me retiré, y me han pedido que cuente como es mi vida de ex superhéroe.

Bien, lo cierto es que no lo recuerdo muy bien, pero creo que todo empezó con el programa Smoothy, se les ocurrió a los del gobierno, que estaban hasta las narices de que les mandara al hospital a media base cada vez que perdía al poker. Parece ser que una vez incluso me entretuve jugando con un coronel. Bueno, cuando digo jugando, ya me entienden, quiero decir aporreándole durante media hora.

Decidieron que me someterían a sesiones de terapia psicológica. Para ello, trajeron a los mejores. Querían “dulcificar mi carácter”, dijeron. Hacerme más controlable, vamos. Me llevaron de sesión en sesión en mi estado normal, y otras veces me provocaban y me transformaban en bestia para encerrarme y ponerme música de Paul Simon y esas cosas. No sé cuanto duró aquello, pero probablemente fueron muchos meses. Algo salió mal. Al principio pensaron que era alguna mezcla de caracteres rara, que se iría cuando avanzase la terapia. Pero no fue así. Cuando dieron por concluida la terapia, mi aspecto era verde y grande y mi carácter, el normal de toda la vida. Bueno, no, me hice algo más pusilánime. Y el estado era permanente, por más que me hacían rabiar o me cabrearan, nada. Incluso trataron de relajarme mucho, pero tampoco. Era una especie de angelito bestia, como decían los soldados. Me desplumaban al poker, y yo les ayudaba a limpiar los barracones, porque podía levantar varias literas a la vez.

Como comprenderán, el ejército pronto trató de librarse de mi, y que comía como cien soldados y no era capaz de golpear ni un cadáver. Me da pena, no sé por qué tendría que matar a la gente, por mucho que sean enemigos. Además, me pongo muy nervioso, tiemblo, y hasta me orino encima. Eso me pasa cada vez que me pongo nervioso. Y la gente se ríe de mí, una vez que comprueban que no les voy a separar la cabeza del tronco. Me echaron. Se inventaron una excusa. Montaron un consejo de guerra supuestamente por una agresión a un oficial que había cometido antes de la transformación, y que según dijeron, por retrasos en los trámites no se había celebrado antes, y me licenciaron con deshonor, y sin derecho a pagas.

Y me encontré en la calle, sin dinero, sin trabajo, y sin una casa adecuada a mi tamaño a donde ir. Joder, que perra es la vida. Busqué trabajo en supermercados, tiendas, yo que sé, en mil sitios, pero en ningún sitio se fiaban. Algunos habían oído hablar de mí, y no querían ni verme. Otros sopesaban durante un rato mi capacidad de tirar de carros muy pesados, pero no terminaban de convencerse. Me ofrecieron trabajo unos contrabandistas. Dijeron que no tendría problemas para pasar alijos enormes por la frontera con México. Pero lo rechacé. No por escrúpulos, pero es que cuando era adolescente tuve ciertos, bueno llamémoslos problemillas con algunos estupefacientes, y no sé, llevándolos a lomos, pues podía dar por probar un poco. Y claro, con mi complexión actual, acabar con un alijo entero, podía cabrear a mis jefes, y sellar mi futuro económico para mal de una vez por todas. No, ese no era mi destino.

Después, me fui al monte a vivir. Mi casa estaba ya medio destrozada, las puertas eran arcos hulkiformes, las paredes habían sufrido modificaciones, pero la razón definitiva fueron los cimientos, que empezaron a ceder. Los vecinos llamaron al ayuntamiento, y los aparejadores municipales dijeron que mi casa corría riesgo de derrumbarse. Así que, me fui. Hulk no quiere problemas con sus vecinos. En el monte conocí a Garret. Garret es un tipo singular. Dice que en otro tiempo fue muy rico, pero que por mala suerte lo perdió todo.

Fue el quien me dijo que si quería podía conseguirme trabajo. Que si no me importaba el currar a destajo y levantar peso, que su cuñado, que era contratista, me encontraría un hueco. Y así fue, según me vio, me preguntó si sabía manejar el cemento. Soy la masa, por amor de dios, le respondí. Y el estalló en una sonora carcajada. Me proporcionó un kit compuesto de pala y hormigonera, y me indicó donde encontraría arena, agua y sacos de cemento. Así que allí nació mi nueva vida. Ahora me siguen llamando La Masa, pero con un significado diferente. Dicen que soy el mejor albañil de la costa oeste, que mi mezcla es perfecta. Y soy mucho más útil que los demás. Soy capaz de amasar grandes cantidades de cemento, y puedo sujetar los camiones hormigonera en algo para que sea más accesible a quienes necesitan la masa. Hago castillos de arena en mis ratos libres, y he conocido a Mandy, una conductora de hormigoneras de Atlanta.

Últimamente mi jefe me ha dicho que si puedo ayudarles a encofrar, que sería muy util subiendo maderas y hierros. Pero no quiero. No señor. Yo soy La Masa. No soy el Encofrador. Hulk El Encofrador, que ordinariez.