Burn baby, burn
Una fuerte explosión, y parte de la fachada de un edificio se vino abajo, cubriendo de polvo a todos, mientras el ruido del desprendimiento se alargaba agonizante, gracias a las pequeñas avalanchas de cascotes, que se negaban a cesar. Tras unos instantes de indecisión, los disparos volvieron a sonar sobre sus cabezas, mientras algunos soldados se afanaban en tomar posiciones haciendo uso de armas más pesadas como bazokas o morteros. La situación duraba ya varias horas, y los soldados no eran capaces ni siquiera de acercarse a la entrada del almacén en el que se atrincheraban los malvados terroristas que amenazaban la tierra con liberar aliens como los de la película alien.
Nadie sabía si en verdad disponían de tales engendros, pero el gobierno decidió no arriesgarse tras ver uno de los videos que los terroristas enviaron, en el que hacían una demostración de lo que el ácido molecular contenido en un matraz hacía con un polvorón. El polvorón, era de
Como es lógico, al llegar al emplazamiento, o punto P, se encontraron con todo tipo de sorpresas, en forma de barricada, muro, mina e incluso cáscaras de plátano. Todo era poco para impedir el avance de las tropas. Incluso pusieron casetes de música de Duran Duran a todo volumen para desconcentrarlos. Cuando el capitán Forrester llamó al centro de operaciones para decir que el avance se había detenido, el coronel Hawkes se preguntó por qué la flor y nata de las fuerzas especiales del mundo entero eran incapaces de tomar un almacén en el puerto de Norfolk, disponiendo de una superioridad de mil a uno en hombres, amen de todo tipo de artefactos tecnológicos y vehículos blindados. Con resignación, miró al Almirante Gilles O’Maeh, quien abrió un cajón utilizando una llave que colgaba de una cadena en su cuello. Allí apareció un botón rojo con una leyenda que rezaba “Tactical bombing” “Think before pushing, please”. Con inseguridad, acercó su dedo al plástico rojo, cuando la puerta se abrió sin que nadie hubiera llamado antes. Era el General Procor Dasnakoff, jefe de varias cosas tan secretas que carecían de nombre oficial, y desde luego el tipo que cualquier jefe de algo no desea que entre en su despacho en su momento de gloria. Este desde luego, no era un momento de gloria. Por fortuna, el botón seguía sin ser apretado, por lo que Dasnakoff, tras comprobar que el combate seguía en tablas, si es que a eso se le pueden llamar tablas, se limitó a decir que ya había enviado a “su hombre”, y les instó a tranquilizarse.
Como es lógico, un oficial curtido en mil batallas, no se toma muy en serio, ni mucho menos bien, que un tipo que no se sabe a que dedica su carrera militar aparezca en tu operación y pronostique que “su hombre” va a solucionar lo que sus soldados, uno de los cuerpos mejor preparados que existen, no han sido capaces de solventar en varias horas. Ante la poco comprensiva mirada que le estaban dirigiendo, Dasnakoff decidió volver a marcharse tras un escueto “bueno, me voy”. Lo que ocurrió después, lo conoce todo el mundo. Al menos, todo el mundo que leyera el informe secreto Hayes que el Pentagono elaboró tras la investigación.
Tal y como relató el capitán Forrester, en un momento determinado, dejaron de recibir fuego enemigo, y oyeron voces de socorro en el interior del edificio, además de numerosos gritos e insultos. Tras unos diez minutos, un tipo negro y grande vestido de forma peculiar apareció, y se dirigió al capitán Forrester para informarle de que los terroristas estaban atados en el interior del almacén. También añadió que como no había columnas a las que atarlos, tuvo que construir una, y que los había amarrado bien, con un ancla de barco, mientras señalaba a uno de los enormes petroleros del puerto que ahora parecía ir a la deriva. No apagó la música de Duran Duran.
La conclusión del informe era clara, un superhéroe transnacional y no-americano les había salvado el culo. Lo que no quedó muy claro, es quién autorizó a Procor Dasnakoff a intervenir, dado que ni siquiera era miembro del ejército de los Estados Unidos, aunque todo el mundo diera por hecho lo contrario. Algunos miraron al Pentágono que silbó mientras el Secretario de Estado de Defensa miraba al Presidente, que a su vez se limitaba a preguntar que de qué estaban hablando.
Sólo un general guardó silencio durante el proceso, uno de esos burócratas que nunca han mandado marines ni nada, dedicado toda la vida a asuntos poco convencionales. Uno que, cuando oyó lo que los soldados relataron sobre el hombre negro, pensó: “ha vuelto, es él, lo sé. Cuando despiertas un arma defensiva de un enorme potencial, sólo puede ser porque temes a un arma ofensiva de un enorme potencial”. Pero no dijo de esto ni media palabra, y las conclusiones fueron confusas. A nadie se le ocurrió preguntar a Dasnakoff. Una pena, porque de haberlo hecho, lo que sucedió a continuación, no les hubiese extrañado tanto.
3 Comments:
"...con la certeza de que, algún día, Termobucle será dibujado."
No si Dios existe.
By Anónimo, a las 13/7/06 22:50
¡Enormeeeeee!
Quotes para la historia como "No apagó la música de Duran Duran" y "Almirante Gilles O’Maeh".
:D
By Anónimo, a las 14/7/06 12:13
"jefe de varias cosas tan secretas que carecían de nombre oficial, y desde luego el tipo que cualquier jefe de algo no desea que entre en su despacho en su momento de gloria"
Enorme.
By Anónimo, a las 14/7/06 12:42
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